En 1859 un funámbulo desconocido llamado Charles Blondin puso un anuncio en el New York Times, comunicando que cruzaría las cataratas del Niágara caminando sobre una cuerda. Cerca de 5,000 personas se apresuraron para ver si era posible que aquel hombre realizara tal hazaña.
La altura del Niágara en su punto de mayor caída es de 62 metros. ¿Ya te imaginarás lo que sería caer desde esa altura, no?
Antes de empezar con su primer intento, Blondie preguntó a la multitud, “¿Cuántos de ustedes creen que puedo cruzar la catarata caminando sobre esta cuerda?”. El público asistente aplaudió aceptando que lo lograría y él cruzó las cataratas, pero lo mejor fue que ante el asombro de los miles de asistentes, regresó por la misma cuerda.
Después preguntó, “¿Cuántos de ustedes creen que puedo cruzar las cataratas empujando esta carretilla?“. Una vez más, el público aplaudió y una vez más, Blondin cruzó sobre la cuerda, ida y vuelta empujando una carretilla.
Ante el asombro de la multitud creciente, volvió a cruzar dos veces más, una de ellas sobre zancos y otra vez con los ojos tapados. La multitud había entrado en frenesí y Blondin aprovechó para preguntar: “¿Cuántos de ustedes creen que puedo cruzar con alguien montado en mis espaldas?”. Valgan verdades, esto parecía pan comido con respecto a lo que ya había hecho. El público creía que ese hombre era capaz de hacer cualquier cosa que se propusiera sobre la cuerda.
Entonces, aquel hombre con una sola pregunta hizo callar al público. “¿Quién de ustedes se ofrece como voluntario?”.
Esa multitud de 5,000 personas que había “demostrado” que creía en sus capacidades, que lo habían avivado y alabado, y había creído en cada una de sus anteriores hazañas, ahora permanecía callada, en silencio.
Aún cuando 5,000 personas habían demostrado su fe en Blondin y su capacidad de cargar a una persona en sus espaldas, lo cierto es que nadie creyó de verdad.
La fe verdadera siempre está acompañada de una acción. Si la acción no está presente, tampoco la fe.
Tengo clarísimo que muchos necesitan ver para creer, pero lo realmente alucinante es que buena parte de ellos, a pesar de ver, no cree, están a la espera de una suerte de seguro cero riesgo y eso no existe. El que no arriesga, no gana. El que arriesga poco, gana poco. El que le va a todas, el que acciona más que el resto, el que se juega la vida en la cancha, para él, el mundo.
¿Te das cuenta de la diferencia? Los emprendedores más exitosos creen (hacen) y después ven, por eso se les llama: VISIONARIOS.
Y, ¿qué hay con el resto? Pues, solo blah, blah, blah…
“La fe es creer y creer significa actuar”.
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Autor: Jorge Chozo
Consultor, mentor y speaker.
Founder & CEO of Chozo Marketing.
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“No olvides que acelerar tu emprendimiento depende de lo que haces con tu cabeza, corazón y manos».